Desechar lo malo
La biblia nos dice que desechemos lo malo, que retengamos aquello que
viene de parte de Dios y que edifica,pero que seamos sabios y
apartemos,lo que viene de la carne. Cuando escuchamos un mensaje, una
predicación,se entremezclan muchos factores en medio de lo que oímos,
que tenemos que aprender a escanear y para ello necesitamos conocer las
escrituras, de otra manera, pensaremos que todo lo que nos dice el
predicador es palabra de Dios. Cuando predicamos mucho tiempo sin tener
un guion, sin tener una dirección definida, vamos cogiendo de aquí y de
allá, como aquel que va al supermercado y va metiendo en el carro lo que
bien le parece. Necesitamos tener la sabiduría de Dios a la hora de
ministrar, pues nuestra palabras no solo edifican, también destruyen, y nos
dice el apóstol Santiago: Que de una misma fuente no puede salir agua
dulce y agua amarga a la vez. Nuestra misión a la hora de compartir a de
ser trasmitir lo que el Espíritu santo quiere decirle a la iglesia, y aquí
tenemos que apartar, nuestras preferencias políticas,ideas, y comentarios
con doble sentido. Los púlpitos no pueden ser usados a nuestro capricho.
La sabiduría ha de reinar en nuestras palabras. Nuestro deber es edificar el
cuerpo de Cristo no azotarlo. La corrección ha de ser con mansedumbre, y
si un pecado es grave, hay que coger a tal persona aparte y corregir
personalmente, aquel miembro. Cuando queremos corregir desde el púlpito
el pecado de una sola persona, estamos trayendo sospecha al resto, e
inquietando los corazones. No es fácil, pero Dios tiene que ayudarnos a la
hora de compartir para no destruir a los débiles. No todos comen carne,
algunos solo legumbres, y otros solo admiten la leche espiritual. Saber
combinar y dar el alimento adecuado, ha de ser nuestra obligación.
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